En un escenario que genera más dudas que certezas, España enfrenta su primer brote de peste porcina africana (PPA) en tres décadas. Detectado en jabalíes muertos en la sierra de Collserola, cerca de Barcelona, este episodio no solo pone en jaque la industria porcina nacional, sino que cuestiona las políticas ambientales y la transparencia de las instituciones. ¿Es realmente un «bocadillo contaminado» el culpable, o hay algo más oscuro detrás, como un posible fallo en un laboratorio cercano? Las autoridades insisten en minimizar el riesgo, pero las coincidencias geográficas y las alertas previas invitan al debate: priorizar la fauna salvaje sobre la economía real podría estar costándonos caro.
El Origen Oficial: Un «Bocadillo» que suena a tapadera
La Generalitat de Cataluña atribuye el brote a un embutido contaminado descartado en la naturaleza, posiblemente ingerido por jabalíes. «La hipótesis más probable es que el virus haya entrado a través de un bocadillo con embutido contaminado», señalan fuentes oficiales en un comunicado reciente. Esta explicación, que roza lo inverosímil, recuerda narrativas pasadas donde se evaden responsabilidades mayores. Sin embargo, el Ministerio de Agricultura había advertido hace año y medio sobre el alto riesgo de PPA en Cataluña debido al exceso de jabalíes en zonas como la autopista AP-7. ¿Por qué ignorar estas alertas y enfocarse en un residuo casual?
La sombra del laboratorio: coincidencias que no pueden ignorarse
El foco inicial se ubica alarmantemente cerca del IRTA-CReSA, un centro de investigación en sanidad animal en Bellaterra, designado por la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) para estudiar precisamente la PPA. Aunque el laboratorio niega cualquier vínculo, las sospechas persisten. Yolanda Revilla, directora del Laboratorio del Virus de la Peste Porcina Africana del CBMSO, ha alertado sobre la amenaza en Cataluña: «15 jabalíes muertos, alto riesgo económico y sin vacuna a la vista».
Superpoblación de fauna: el costo de políticas ecologistas extremas
Este brote no es aislado; surge en un contexto de superpoblación de jabalíes impulsada por normativas conservacionistas. En España, la población de estos animales se ha duplicado en 12 años, alcanzando 1,2 millones, mientras en la UE supera los 15-20 millones. Casos previos con zorros y buitres demuestran cómo la sobreprotección genera desequilibrios sanitarios. Europa ha sufrido lecciones costosas: 453 nuevos brotes en 2025, con impactos millonarios en Rumanía, Alemania y Polonia.
Actualizaciones y respuestas institucionales: ¿transparencia o control de daños?
Hasta hoy 3 de diciembre de 2025, se confirman nueve jabalíes positivos, con la Unidad Militar de Emergencias (UME) desplegada para contener el virus. El ministro Luis Planas asegura que hay «muchas posibilidades» de erradicarlo, reiterando que no afecta a humanos. Cataluña planea un grupo de expertos para evaluar vacunas, pero sin una disponible inmediata, el riesgo persiste. Fuentes como Interporc advierten de «consecuencias económicas catastróficas», con la industria porcina española –líder exportadora con 3.700 millones de euros en juego– en vilo. Madrid, por su parte, llama a la «total tranquilidad».
El debate necesario: ecologismo vs. soberanía económica
¿Debemos seguir priorizando ideologías verdes que fomentan desequilibrios, o defender la producción alimentaria? El sector contiene la respiración: «Esperamos lo mejor, pero nos preparamos para lo peor». Es imperativo exigir inspecciones independientes al IRTA-CReSA y revisar políticas que agravan estos riesgos. De lo contrario, este «bocadillo» podría ser el preludio de una crisis mayor, beneficiando agendas que ignoran la realidad económica.