Ya qué más da. Después de apalear a los ciclistas de la Vuelta a España, después de las flotillas cannábicas, después de todos los ladridos podemitas y todo el ondear de banderas de Hamás, qué más da Eurovisión, qué más da si nos retiramos o no. Algo bueno tiene la última astracanada sanchista: nos libraremos de todo el petardeo y todo el horterismo chillón, de la histeria y el brilli-brilli. Eso sí, no podremos votar en masa a Israel como el año pasado, propinando una hermosa bofetada al zurderío nacional y antisemita.
Ya qué más da. Hemos escuchado a cargos electos hablando de la masacre del 7 de octubre como “resistencia anticolonial”, nos han marcado a fuego la palabra “genocidio” en el algoritmo, hemos estado del lado de Irán y los talibanes cuando nuestros aliados naturales nos necesitaban. Las cosas hace tiempo que se salieron de cualquier cauce saludable: el alcalde de Barcelona tramitó la declaración de Gaza como onceavo distrito de la ciudad, asignándole un presupuesto anual millonario. Y así han ido pasando los días, las semanas, los meses.
Ya qué más da. Lo único que importa es acelerar la islamización absoluta de nuestras calles, nuestros colegios, nuestras ciudades. Hemos visto a los LGTBI declararse “Queers for palestina” que es como ver a los antílopes manifestarse a favor de los leones más hambrientos y feroces. Hemos sufrido a la diputada de ERC en el parlamento catalán hablando de “feminismo islámico”, sinagogas asaltadas, librerías judías señaladas.
¿Qué nos vamos del evento anual de mariposeo y grititos de Inés Hernand? Todo es que ganamos, que es muy poco respecto de todo lo que hemos perdido.
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