En un momento donde la izquierda europea parece empeñada en debilitar a Israel y premiar el terrorismo, las declaraciones de Felipe González irrumpen como un recordatorio de sensatez: “Si Hamás no quiere que maten a niños y mujeres, ¿por qué no suelta a los rehenes israelíes?”, cuestionó el expresidente español en un discurso que prioriza la lógica sobre la demagogia victimista. Esta intervención, pronunciada en las Islas Baleares, no solo confronta la narrativa pro-palestina que ignora la responsabilidad del grupo terrorista Hamás en el conflicto, sino que resalta cómo Europa está en una encrucijada decisiva sin tiempo para vacilaciones ideológicas. González va más allá, proclamando que “más que conmemorar la muerte de Franco, habría que conmemorar la entrada de España en la UE”, un llamado a valorar la integración continental sobre revanchismos históricos que tanto gustan a ciertos sectores progresistas. Pero, ¿es esto un acto de valentía o una bofetada a la corrección política que blinda a grupos terroristas como Hamás?
Las palabras de González desnudan la hipocresía de quienes culpan exclusivamente a Israel por la tragedia en Gaza, obviando que Hamás usa civiles como escudos humanos y retiene rehenes desde el ataque del 7 de octubre de 2023. Fuentes como El Independiente respaldan esta visión, citando a González: “¿No quieren que maten a niños y mujeres en Gaza? Suelten a los rehenes”. Este enfoque invita a un debate esencial: ¿por qué la izquierda ignora los 11.000 rehenes palestinos en cárceles israelíes solo bajo detención administrativa, pero amplifica las víctimas gazatíes sin cuestionar la estrategia de Hamás? Incluso González habla de “limpieza étnica” en Gaza, pero exige soluciones equilibradas: “Ni todo sea Israel ni todo sea Palestina”, un matiz que contrasta con el radicalismo de figuras como Pedro Sánchez, quien califica el conflicto como “genocidio” para complacer a aliados independentistas.
Paralelamente, el canciller alemán Friedrich Merz ha evidenciado las fisuras en la agenda sanchista al negar el reconocimiento inminente del catalán en la UE, como exige Junts, y rechazar el término “genocidio” para la ofensiva israelí en Gaza. En su reunión con Sánchez, Merz subrayó que “para Alemania el reconocimiento de Palestina solo debe contemplarse como el paso final dentro de una solución de dos Estados”. Esta postura firme expone cómo Sánchez sacrifica la cohesión europea por pactos con separatistas, priorizando el catalán sobre lenguas como el alemán o el francés en instituciones comunitarias. Merz, en cambio, defiende que reconocer Palestina prematuramente sería premiar el terrorismo, y aboga por criticar a Israel sin antisemitismo: “Debe ser posible criticar la política del Gobierno israelí, pero nunca debe convertirse en algo que se utilice contra el pueblo judío”. ¿No es esto un recordatorio de que Europa necesita líderes pragmáticos, no oportunistas que usan Gaza para distraer de problemas internos?
El choque entre Sánchez y Merz resalta un debate ideológico profundo: mientras Alemania condiciona el catalán a “esfuerzos adicionales” y ve el reconocimiento palestino como fin de proceso, España parece ceder ante presiones de Junts, erosionando la unidad nacional. Fuentes como El Debate lo confirman: “Merz se planta ante Sánchez: ni oficialidad del catalán en la UE ni reconocimiento de Palestina”. Este doble estándar invita a cuestionar: ¿por qué Europa debe adaptarse a demandas regionalistas españolas cuando enfrenta amenazas globales como el expansionismo ruso o el yihadismo?
En última instancia, las posturas de González y Merz representan un llamado a la responsabilidad : priorizar la seguridad de Israel, rechazar el victimismo del grupo terrorista Hamás y defender la unidad de la UE frente a separatismos. Si Europa no reacciona, como advierte González, el precio será alto; si Sánchez persiste en su agenda, España pagará las consecuencias.