El caso Paco Salazar no es solo una sublevación en el PSOE, es una explosión de indignación que revela la doble moral del partido que se autoproclama defensor del feminismo. Mientras Pedro Sánchez y su círculo cercano predican igualdad y protección a las mujeres, las denuncias por acoso sexual contra Salazar –un hombre de confianza del presidente– fueron ignoradas durante cinco meses. Estas quejas se sepultaron en excusas técnicas y protecciones políticas.
Este escándalo no es un incidente aislado. Es el síntoma de un sistema corrupto donde los leales al líder se blindan, dejando a las víctimas en el olvido. ¿Dónde está la «tolerancia cero» que tanto cacarean los socialistas cuando el acusado es uno de los suyos?
El núcleo del conflicto: denuncias ignoradas y excusas débiles
El conflicto radica en las dos denuncias presentadas en julio de 2025 contra Francisco «Paco» Salazar, exasesor en Moncloa y miembro de la Ejecutiva del PSOE andaluz. Las afectadas describen comportamientos repulsivos: «subiéndose la bragueta en tu cara y escenificaba felaciones», pidiendo ver escotes y creando un ambiente laboral «irrespirable». Estas quejas desaparecieron en el limbo burocrático del partido. Se atribuyeron a un «fallo informático» o a la baja de militancia de Salazar, excusas que no convencen a nadie. Fuentes internas admiten que «no se ha gestionado bien», pero matizan que no hubo intención de ocultar nada –una defensa tibia que solo aviva el fuego.
Montero en el ojo del huracán: acusaciones de protección
María Jesús Montero, vicepresidenta primera y figura clave en el sanchismo, emerge como la gran señalada. Federaciones del PSOE la culpan directamente, junto a Rebeca Torró, de parar las denuncias y proteger a Salazar. Montero, que en julio acusó a mujeres del partido de «querer destrozar la vida a los compañeros» y de «respaldar a quienes quieren acabar con el PSOE», ahora se ve obligada a admitir que los plazos para resolver expedientes por acoso son «excesivamente largos».
Un alto cargo andaluz clama: «Esto no se puede zanjar como si no hubiera pasado nada. Queremos que nos expliquen qué ha pasado, qué se hizo y hasta dónde estamos dispuestos a llegar en este asunto que mancilla las siglas de un partido que lleva a gala la bandera del feminismo». La Junta de Andalucía, gobernada por el PP, no se queda atrás: insta a Montero a dar «explicaciones a las mujeres» sobre si ha estado «protegiendo» a Salazar, calificando el caso de «realmente indignante».
Sánchez en el centro: blindaje personal y contactos dudosos
El dedo acusador apunta más alto: directamente a Pedro Sánchez. Miembros del Gobierno y dirigentes del PSOE sostienen que es el propio presidente quien está protegiendo a Salazar. Mantienen contacto con él tras su cese y bloquean la gestión de las denuncias. Fuentes del Ejecutivo lo describen como «un crack» y «de las mejores cabezas en política», revelando que Sánchez no quiere someterlo a «muerte civil». Incluso ha contactado embajadas extranjeras para colocarlo en un puesto bien pagado.
Esto contrasta con la indignación interna en Ferraz, donde la secretaria de Igualdad, Pilar Bernabé, ha tenido que entonar un «mea culpa» en reuniones urgentes. Reconoce «fallos» y pide «calma y paciencia».
Otras fuentes que desmontan la narrativa oficial
Para argumentar esta visión, busquemos en otras fuentes que desmontan la narrativa oficial del PSOE. En ‘El Mundo’, se detalla cómo Ferraz no logra frenar la rebelión de las mujeres del partido, que exigen ser «más contundentes» y elevar el caso a la Fiscalía de inmediato. Adriana Lastra, exvicesecretaria general, lidera esta corriente crítica: «Hay que hacer más, hay que ser más contundentes con Salazar».
‘El Español’ revela una revuelta en las federaciones contra Ferraz por «tapar» a Salazar, describiendo una reunión como «desastrosa» que se abortó prematuramente..
Feminismo como escudo ideológico
Este debate va al corazón del sanchismo: ¿cómo un partido que legisla contra la violencia de género permite que sus propios protocolos fallen estrepitosamente? La comparación con escándalos pasados como el de Ábalos o Koldo es inevitable; son «heridas por las que sangra el PSOE».
Esto no es solo negligencia: es la prueba de que el izquierdismo usa el feminismo como escudo ideológico mientras protege a sus élites. El verdadero acoso es al sentido común, y esta revuelta podría ser el principio del fin para un Gobierno que prioriza lealtades personales sobre la justicia.

