…no dicen nada de machirulos. En un nuevo episodio de lo que parece una cruzada contra la libertad de expresión, el Instituto de las Mujeres, dependiente del Ministerio de Igualdad, ha lanzado un informe que califica el término «Charo» como una «arma de la misoginia digital» destinada a «desprestigiar al feminismo».
Pero mientras se dedican a monitorizar redes sociales para erradicar expresiones como esta, brillan por su ausencia las críticas a términos igualmente peyorativos contra los hombres, como «machirulo» o «señoro». Esta doble moral no es casual: revela un feminismo radical que prioriza la agenda ideológica por encima de la verdadera igualdad, financiado con millones de euros públicos mientras ignora problemas reales como las falsas denuncias de violencia de género.
El informe y su contenido
El informe, titulado ‘Análisis del discurso misógino en redes: una aproximación al uso del término «Charo» en la cultura del odio’, elaborado por el Observatorio de la Imagen de las Mujeres, argumenta que «Charo» surgió en foros como Forocoches en 2011 y se ha convertido en un mecanismo para ridiculizar a mujeres progresistas, solteras o activistas feministas.
Según Cristina Hernández, directora del Instituto, «monitorizar las narrativas misóginas en internet es fundamental, porque hoy los entornos digitales son uno de los espacios con mayor repercusión política»..
El estudio, financiado con fondos públicos –cuyo monto exacto no se detalla, pero que forma parte de un presupuesto ministerial que supera los 500 millones de euros anuales–, propone intervenciones institucionales para «reeducar» las redes y combatir esta supuesta «violencia simbólica».
La hipocresía en el debate
Sin embargo, esta iniciativa huele a censura selectiva. ¿Por qué se gasta dinero público en perseguir memes irónicos mientras se toleran insultos como «machirulo», usado habitualmente por figuras progresistas para denigrar a hombres conservadores?
Esta selectividad no solo socava la libertad de expresión, sino que alimenta un victimismo que distrae de escándalos reales dentro del propio Instituto, como la destitución de su exdirectora Isabel García Sánchez por lucrarse con contratos irregulares en la gestión de 64 Puntos Violeta, superando los 250.000 euros..
Más allá de los informes oficiales
Para argumentar esta visión, basta mirar más allá de los informes oficiales. Fuentes independientes critican que el término «Charo» se eleve a «violencia simbólica» mientras se ignoran problemas estructurales, como el aumento de agresiones sexuales o fallos en sistemas de protección a víctimas.
En el debate de ideas, surge la conexión con las falsas denuncias de violencia de género, un tema que el feminismo oficial niega rotundamente. El periodista Juan Soto Ivars, en su libro «Lo que no existe: Las denuncias falsas en violencia de género», desmonta este tabú al documentar casos donde la ley se usa como «arma arrojadiza», respondiendo siempre con un «esto no existe» a las evidencias..
La presentación del libro en Sevilla fue interrumpida por un escrache organizado por la izquierda, demostrando la intolerancia ante cualquier cuestionamiento al dogma feminista..
Denuncias de organizaciones y expertos
Organizaciones como ANAVID (Asociación Nacional de Afectados por la Violencia Intrafamiliar y de Género) llevan años denunciando estas manipulaciones, argumentando que las falsas acusaciones destruyen vidas sin consecuencias para las denunciantes.
En un análisis reciente, Soto Ivars revela: «El uso espurio de la ley de violencia de género es un secreto a voces que nadie quiere admitir»..
Mientras el Instituto se obsesiona con ‘Charo’, ignora que, según expertos, las falsas denuncias representan un ‘iceberg que no existe’ para el feminismo oficial, pero que afecta a miles de inocentes..
Hacia un control ideológico
Esta monitorización de redes no es más que un paso hacia un control ideológico que prioriza la narrativa progresista. Como señala un informe alternativo, «intentan desprestigiar a las feministas y al feminismo forma parte de una estrategia de silenciamiento que los movimientos antidemocráticos están impulsando a escala global».
Pero, ¿quién silencia a quién? El informe eleva un meme a cuestión política sin utilidad práctica, desviando recursos de problemas reales.
En un país con déficits presupuestarios, gastar en cazar ‘Charos’ mientras se toleran ‘machirulos’ es no solo hipócrita, sino un derroche que atenta contra la democracia.

