En un hemisferio occidental cada vez más disputado, Donald Trump se posiciona como el defensor inquebrantable de la soberanía estadounidense, reviviendo con determinación la Doctrina Monroe para frenar el avance sigiloso de China. Los medios progresistas lo tildan de imperialismo obsoleto, pero la verdad es innegable: esta batalla no gira en torno al narcotráfico, sino a una invasión económica china que pone en jaque la independencia de Latinoamérica. Mientras Beijing atrapa naciones con deudas impagables y proyectos estratégicos, Trump responde con alianzas económicas y presión directa, priorizando la libertad y la prosperidad occidental.
La estrategia de Trump: fuerza económica contra deudas predatorias
Trump no pierde tiempo. En su segundo mandato, ha intensificado esfuerzos para contrarrestar la influencia china, como advierte un análisis del Council on Foreign Relations: «En mayo de 2025, China hospedó a líderes latinoamericanos, pero Trump adopta un enfoque más asertivo para contrarrestar su influencia regional». Esta postura incluye rescates financieros estratégicos, como los 40.000 millones de dólares a Argentina para respaldar a Javier Milei, quien promete expulsar a China.
Scott Bessent, Secretario del Tesoro, lo confirma: «Argentina es un aliado vital en Latinoamérica. Estos resultados muestran que la política de Paz a través de la Fuerza Económica de la Administración Trump está funcionando». No es coerción; es un antídoto contra las trampas de deuda chinas, que han enganchado a 22 de 33 países en la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
El avance chino: una amenaza real más allá del comercio
China no se detiene en el comercio. Su influencia se extiende a ventas de armas y control de infraestructuras clave como por ejemplo, países como Venezuela. El megapuerto de Chancay en Perú, 60% propiedad china, ejemplifica cómo Beijing asegura rutas para fines potencialmente militares.
Expertos como Zara Albright minimizan: «Si quisieran usar esos préstamos para capturar recursos o puertos, ya lo hubieran hecho… Es una narrativa fuerte, pero no tenemos evidencia». Sin embargo, esto ignora realidades como el Canal de Panamá, donde Trump amenaza con recuperarlo, llevando a Panamá a revisar sus lazos con China y retirarse de la Franja y la Ruta.
El debate: ¿imperialismo yanqui o defensa necesaria?
Críticos argumentan que la «incompetencia estadounidense» empodera a China, como señala Responsible Statecraft: «Mientras la administración Trump bombardea, corta ayuda e impone tarifas, Beijing forja lazos comerciales en la región». Pero esto subestima éxitos como forzar a Panamá a ceder puertos a firmas estadounidenses como BlackRock.
En Venezuela, la presión es intensa. Fuentes reportan despliegues militares en el Caribe para detener influencia china y rusa. Bajo Trump, Latinoamérica regresa al centro de la planificación estratégica estadounidense, restaurando la primacía en un hemisferio donde el agarre de América se ha debilitado. ¿Es esto una nueva Guerra Fría? Sí, pero Trump no pierde amigos; gana terreno.
Éxitos concretos: de Argentina a Venezuela
En Argentina, el triunfo de Milei es victoria trumpista: «Esto es una enorme ganancia para la visión a largo plazo de Trump en Latinoamérica, fortaleciendo lazos y empujando contra la influencia china». En Venezuela, amenazas de intervención podrían regalar terreno a China, advierte Defense Priorities. Pero Trump prioriza la diplomacia económica.
En última instancia, el enemigo real es el comunismo chino que dinamita democracias con dependencias. Trump actúa: ¿cederá la región a Beijing o la reclamará para la libertad?

