El asalto al poder judicial: el PSOE, la justicia y la batalla por la verdad

Escrito el 14/11/2025
Equipo NE

El juicio al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, se ha convertido en el epicentro de una tormenta que revela los intentos desesperados del Gobierno de Pedro Sánchez por someter a la Justicia. Este no es un simple proceso judicial; es una batalla por el control del Estado de Derecho, donde la filtración de secretos, el borrado masivo de pruebas y las declaraciones presidenciales imprudentes pintan un panorama alarmante. Mientras Sánchez proclama la inocencia de su fiscal general antes siquiera de que el Tribunal Supremo dicte sentencia, recordamos casos como el de Hungría, donde se han doblegado a los jueces para perpetuarse en el poder. ¿Estamos ante el inicio de algo similar en España? La Asociación Profesional Independiente de Fiscales (APIF) ya ha denunciado estas maniobras.

El proceso judicial contra García Ortiz se enmarca en un delito de revelación de secretos, tipificado en el artículo 417 del Código Penal, que castiga con penas de hasta seis años de prisión la divulgación de información reservada. El Tribunal Supremo, como máxima instancia para aforados como el fiscal general, ha asumido la causa tras una querella inicial presentada por Alberto González Amador, pareja de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso. El procedimiento ha incluido fases de investigación, imputación formal y un juicio oral que culminó esta semana, con informes finales de las partes. La clave radica en cómo la Fiscalía y la Abogacía del Estado han intentado desacreditar a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y al propio Supremo, argumentando que no hay pruebas directas de filtración, pese a los indicios acumulados. Este enfoque no solo niega la autoridad del alto tribunal, sino que sugiere un intento de erosionar su independencia, un patrón que evoca regímenes autoritarios donde el Ejecutivo dicta veredictos.

Para entender el fondo, recurramos a la cronología de los hechos, basada en informes oficiales y hallazgos de la UCO, que pintan un cuadro de opacidad y posible obstrucción:

  • 12 de marzo de 2024: el abogado de Alberto González Amador envía un correo electrónico a la Fiscalía Provincial de Madrid, admitiendo dos delitos contra Hacienda y proponiendo un pacto para evitar un juicio mayor. Este mensaje, confidencial por naturaleza, se convierte en el detonante de la polémica.
  • 13 de marzo de 2024: el correo es reenviado internamente en la Fiscalía. Pilar Sánchez Acera, entonces directora de gabinete del secretario de Estado de Justicia, lo comparte con otros implicados. La UCO registra chats y correos que indican una cadena de decisiones. Esa misma noche, medios de comunicación publican detalles de la admisión de delitos, iniciando el escándalo por filtración de datos reservados. Días después, la Fiscalía emite una nota de prensa confirmando parte de la información, lo que origina la denuncia por revelación de secretos.
  • Octubre de 2024: tras registros en despachos fiscales, la UCO detecta borrado de información sensible. El 16 de octubre, García Ortiz elimina sistemáticamente todos los mensajes de su WhatsApp, coincidiendo con su imputación formal por el Supremo. Esta acción, calificada por la UCO como un intento de eliminar pruebas, levanta sospechas de obstrucción.
  • Febrero de 2025: la UCO presenta un informe detallado al Supremo, concluyendo que el borrado buscaba ocultar evidencias. Los investigadores sostienen que esta secuencia demuestra una «participación preeminente» de García Ortiz en la filtración.

Este timeline, corroborado por informes periciales, ilustra un proceso judicial meticuloso: desde la admisión de la querella en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, su elevación al Supremo por aforamiento, hasta el juicio oral con testigos como agentes de la UCO y periodistas «casualmente» de izquierdas que se han acogido a su derecho al secreto profesional para no identificar a la fuente que les facilitó el correo. Sin embargo, la defensa de García Ortiz, representada por la Abogacía del Estado, ha insistido en que «la única filtración acreditada es la de Alberto González Amador», ignorando los borrados masivos. Fuentes como El País reportan que García Ortiz defendió el borrado como medida de «seguridad», pero esto choca con la interpretación de la UCO, que ve un patrón de encubrimiento.

Mientras el Gobierno y medios afines pintan esto como un «juicio paralelo» orquestado por la oposición, por todo lo que hemos visto, se desmontan esas narrativas. La APIF, en una denuncia reciente, acusa a la Fiscalía de sanciones «injustas» contra su presidente, sugiriendo represalias por acusar a García Ortiz. «Es incompatible ser fiscal general del Estado y estar investigado», declararon desde la asociación, exigiendo su dimisión para preservar la integridad del Ministerio Público.

El peligro real es el control total: Sánchez no solo defiende a su fiscal, sino que impulsa reformas para que los fiscales instruyan causas, nombrados por el Ejecutivo. Imaginen a Bildu eligiendo jueces; sería el no va a más y el fin de la imparcialidad. Esto no es alarmismo; es un debate necesario sobre si España se encamina hacia un modelo húngaro, donde el Ejecutivo nombra magistrados leales. Tenemos que defender la separación de poderes como pilar democrático.